A todos se nos ha presentado la oportunidad de viajar a un pueblo mágico, a algún estado de la República, o bien, hemos podido experimentar la sensación de tener aventuras más extremas, estar lugares lejanos, playas paradisíacas; esos lugares con los que alguna vez, o quizá nunca soñamos conocer.
Pues bien, llega el momento de tomar una maleta, el tamaño depende en los días, el clima, las actividades o simplemente, metemos nada para regresar con todo; recuerdos y regalos con los que podemos traer de regreso los momentos vividos. Pero, alguna vez has viajado con una maleta llena de conciencia para que cada centímetro de tierra recorrido, aroma, sonido, sabor, sea un paso con (literal) todos los sentidos enfocados en la experiencia? Es entonces cuando la capacidad de asombro regresa; luego regresas, cierras los ojos, recuerdas y cada imagen se vuelve a vivir en la mente consciente, con sentido y como si estuviéramos viviendo de nuevo esa gran aventura.
Y es que, cuántas veces no hemos viajado dispersos, con pendientes laborales, con estrés, amigos, familia o simplemente nuestro cuerpo está presente mientras revisamos cada 5 minutos el celular, las Redes Sociales, los mensajes… y luego, se terminan las vacaciones y decimos «me hubiera gustado que duraran más»… que duraran? Simplemente cambiamos de hábitat para seguir enfocándonos a distancia en la rutina o los pendientes.
Si tienes ganas de viajar con sentido para que los lugares que visitas tomen otro significado y enriquezcan tu vida, te recomiendo leer el libro «Comer, Rezar, Amar», en donde Elizabeth Gilbert, comparte un proceso de la búsqueda espiritual para equilibrar la mente, cuerpo y espíritu a través de diferentes lugares visita.
Luego de 8 años de matrimonio, Elizabeth se da cuenta que no es feliz que, aunque ha viajado por el mundo entero, su vida es vacía e insatisfecha; ella decide divorciarse y en ese proceso conoce a un joven del que se enamora pero se da cuenta que no puede comprometerse tampoco en esa relación. Todo este proceso la hace reflexionar y tratar de buscar un equilibrio urgente entre su mente, cuerpo y espíritu; así que se da un año para ella con el fin de viajar a 3 lugares hacia esta búsqueda interior: Italia, India e Indonesia.
Pasa cuatro meses en la romántica Roma, aprende Italiano y descubre el placer de comer bien y de disfrutar de una buena conversación con amigos. Luego, va cuatro meses a India a un Ashram en el que aprende que la paz interior, se consigue a través de la meditación y de la disciplina; aquí forjar la voluntad se convierte en una gran aliado de la mente. Por último, se instala cuatro meses en Bali, lugar en el que por fin encuentra el anhelado equilibrio entre mente, cuerpo y espíritu. En su proceso va conociendo a gente maravillosa que le servirán de mucho apoyo y le enseñaran grandes lecciones.
Una de las mejores experiencia que me ha dado viajar, es saber que siempre que recuerdo mis mejores viajes (esos que hice con todos los sentidos enfocados) lo hago y parece como si aun los estuviera viviendo. Me encanta compartir esta experiencia con todos ustedes para que, cada vez que decidan viajar (por lejos o cerca) acompañados o solos, lo hagan bien conscientes del tiempo que estamos invirtiendo en cada actividad o aventura y también tener claro que quizá muchos de esos momentos, jamás regresen.