Por favor y gracias son dos palabras mágicas que nos abrirán fácilmente muchas de las puertas a las que llamemos en nuestra vida, esto lo escuche de mi madre y lo mantengo vigente desde que mis pequeños empezaron a hablar. Esto es así porque a todos nos gusta que nos hablen con respeto, que nos pidan permiso y que muestren agradecimiento.
Es una costumbre que no debemos perder, es la base del civismo y de la educación en nuestra sociedad. Es pedir permiso, saludar con una sonrisa y tratar a la gente con amabilidad lo que marca la diferencia.
Son valores y es educación tratar con respeto a las personas que nos rodean y rescatar los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches, así como la nobleza que se esconde detrás de la amabilidad.
Es probable que desde niños nos hayan inculcado la importancia de las palabras mágicas y de ser amables con los demás. Ser agradecidos y generosos nos ayuda a mejorar la relación con aquellas personas que nos rodean, así como a sentirnos bien con nosotros mismos.
Ser amables y respetuosos nos hace nobles y fortalece nuestras cualidades, pues de alguna manera la educación que promovemos con nuestras acciones, revierte en buenos actos hacia nosotros.
Debemos de esforzarnos por seguir inculcando en nuestros niños valores como el respeto o la amabilidad. ¿Cómo? Dando ejemplo y estableciendo límites claros que no violen las libertades de los demás.
Esto se vuelve un tanto retador conforme los hijos crecen.
Por libertades entendemos el respeto a la capacidad de opinión, a la expresión de sentimientos, a las peticiones, a las conversaciones y a los derechos varios. A ser respetuoso se comienza teniendo una consideración básica hacia los sentimientos de los demás. Para conseguir esto basta con preguntar cómo nos gustaría que nos tratasen a nosotros.
Mantener siempre respeto hacia los demás aunque no nos guste lo que nos cuentan es esencial si queremos que nuestras relaciones sean satisfactorias. Así, nunca debemos dejar de lado la cortesía. Para ello tenemos que tomar la costumbre de:
- No estar con el teléfono móvil mientras nos hablan.
- No adelantarnos o interrumpir conversaciones.
- Decir por favor o gracias.
- Pedir perdón cuando herimos o hacemos algo mal.
- Saludar y enviar buenos deseos.
- No comer o beber en lugares en los que pueda ensuciarse algo.
- No hablar cuando no es nuestro turno o
- Desechar aquella basura que generamos en lugar de esperar a que otra persona la limpie.
- No discriminar a los demás y evitar juicios personales.
- No invadir el espacio personal de los demás ni su intimidad
Es importante que entre nuestras habilidades integremos la capacidad de mantener respeto hacia los demás, así como de ser delicados, emplear el Yo correctamente, aceptar cumplidos y gestionar bien la expresión de nuestros sentimientos, emociones y opiniones.
A la hora de relacionarnos con los demás podemos fallar en la habilidad para manejar situaciones de tipo social, lo cual puede generar rechazo, aislamientos, insatisfacción por la forma de actuar y demás. Para eso debemos tener en cuenta que cualquier tipo de relación con los demás tiene que perseguir al menos tres objetivos:
- Alcanzar la meta que se ha marcado (por ejemplo, expresar una opinión)
- Fomentar una relación positivacon otra persona.
- Mantener un buen nivel de satisfacción personal.
Hay muchas maneras de mostrarse hostil o maleducado ante los demás. Por ejemplo, hablar en exceso de uno mismo, insultar tanto de manera sutil como directa, abusar del sarcasmo, no mirar a la persona que habla, pensar en la respuesta en vez de escuchar, acaparar una conversación, interrumpir, hablar simultáneamente…
Como vemos, las opciones son ilimitadas y muy diversas, por eso debemos considerar cuáles son las normas de relación no escritas en nuestro contexto. Para ello es adecuado que nos preguntemos si nuestras contribuciones respetan al otro y garantizan un buen ambiente.
El respeto es la base del buen funcionamiento a nivel social y personal. Practicar los buenos modales y ser respetuoso hacia los demás es indispensable pues, como hemos dicho, la buena educación es lo que marca la diferencia.