Como cada 8 de marzo los medios de comunicación y las redes sociales se llenan de mensajes feministas para celebrar el día internacional de la mujer trabajadora, así que aprovecho el tirón mediático para recordarles y recordarme a mí misma que gracias al camino que otras mujeres han labrado, hoy muchas tenemos la opción de elegir ser lo que nos dé la gana de ser. Sin embargo, todavía queda mucho que hacer para que otras tengan las oportunidades que a nosotros y a nuestras hijas se nos están brindando.
Hoy más que nunca nuestras niñas están siendo empoderadas para ser lo que quieran ser. Porque les estamos mostrando a nuestros niños que está bien llorar y mostrar sus sentimientos. Porque estamos dando un mensaje al mundo de que todos somos seres humanos igualmente valiosos esperando desatar nuestro potencial infinito.
No se trata de que las mujeres tengamos poder sobre los hombres, sino que nosotras tengamos poder sobre nosotras mismas, sobre las decisiones que tomamos y el futuro que queremos construirnos.
Desafortunadamente todavía hay MUCHO trabajo por hacer y hay un gran porcentaje de mujeres en México y muchos otros países en donde la desigualdad y violencia contra las mujeres es devastadora. Este fin de semana estuve presente en el Women’s Weekend MX en dónde estuve exponiendo el tema de la trata de personas y hoy en este post quería compartir un resumen de lo que dije allí:
Ella tenía 14 años cuando quedó embarazada, sus padres la recriminaron y en su entorno familiar y social no encontró apoyo. Un tío llegó a su casa y le propuso que conociera a su amigo, a los pocos días de haber nacido su bebé, llegaron a visitarla su tío y el amigo, éste le propuso matrimonio y la familia lo agradeció, unos días después se trasladaron a Tlaxcala, su hijo fue entregado a la mamá del marido y ella fue llevada a un lugar en donde más de 20 hombres la violaron, trató de huir y sufrió violencia. La mandaron a Tijuana en donde intentó nuevamente escapar, durante su estancia presenció violencia extrema e incluso homicidios; finalmente con apoyo de una organización de mujeres, pudo salir de ese infierno, tenía 15 años y logró denunciar, dio nombres y datos de los lugares, de nada sirvió, su denuncia fue guardada en un cajón. Tiempo después, cuando hice la investigación de trata su caso me fue entregado junto con otras 53 llamadas “actas circunstanciadas” con testimonios similares, nunca supe si estaba viva o muerta, la información que dio seguramente fue a parar a manos de los tratantes beneficiados de esta red de complicidad y corrupción que impera en el país.
En otra investigación se ofrecían a las mujeres trabajar en spas para dar masajes, las víctimas eran también adolescentes con un bebé y con poca instrucción que finalmente eran vendidas a sus clientes y en los operativos policiacos siempre eran detenidas como probables responsables de un delito. De las 2 investigaciones que hice en México de denuncias de víctimas de trata y las que hice en Centroamérica, siempre encontré el mismo modus operandi de los tratantes, seducción, engaño con falsas promesas para unas, compra o secuestro para otras, violencia y más violencia, incluido el asesinato para todas. Características similares en las víctimas, mujeres y niñas en condiciones precarias, o que fueron expulsadas de sus hogares o salieron de ellos por haber sido violentadas o porque piensan que su futuro puede mejorar si aceptan ese supuesto empleo; en otros casos, algunas aprender a sobrevivir en ese mundo.
Los tratantes han construido una red de complicidades en la sociedad y en los aparatos gubernamentales, no solo en las áreas de justicia. Si una mujer es “problemática” la venden a otro grupo de tratantes o la mandan al extranjero. Incluso dentro de la política siempre encuentran defensores, en varias ocasiones he escuchado; “la prostitución siempre ha existido, hay prostitutas para todas las clases, pobres y ricos”, “ese negocio siempre va a existir”, “ellas también se benefician, ganan mucho para lo que hacen”. No deja de sorprenderme la ligereza con la que se expresan del tema, ni con la actitud con la cual siempre encuentran una forma de culpar a las mujeres.
Existe en la sociedad una confusión grave entre trata de personas, prostitución forzada y prostitución. En el mejor de los casos hay quienes dicen oponerse a tajantemente al primero, pero en cuanto al segundo les parece aceptable incluso como profesión. Lo lamentable de todo es que la situación no cambiará tan rápidamente como quisiéramos, mientras no se avance en la igualdad real entre hombres y mujeres –lo que llamamos igualdad sustantiva– y mientras el papel de las mujeres en la sociedad no sea valorado y dignificado. Como la humanidad siempre ha vivido con ello, no resulta fácil construir una conciencia social que rechace estás formas de violencia contra las mujeres, a pesar de esfuerzos legislativos en el ámbito internacional y leyes nacionales. Además de campañas internacionales y nacionales que dan cuenta de la magnitud y atrocidad que significa la esclavitud que genera la trata y explotación sexual de mujeres y niñas.
Por otra parte, en nuestras sociedades no hemos logrado cambiar la visión sobre el significado de la prostitución y cómo ello mantiene o contribuye a la desigualdad y subordinación de las mujeres. En México el debate es reciente y necesario; hemos tenido 2 leyes, una federal y la vigente General contra la trata; además, durante los últimos 13 años se han cambiado varias veces los 33 códigos penales en el país. La prostitución es una forma de violencia contra las mujeres y una violación de la dignidad humana, es una forma extrema de discriminación que impide su desarrollo. Así lo han consignado diversos tratados de Derechos Humanos y más reciente de los convenios que protegen a las mujeres, la cedaw y la Convención de Belém do Pará con los que los países se han comprometido.
Según un informe de 2012, realizado por la Fundación Scelles, este fenómeno tiene una dimensión mundial que implica a entre 40 y 42 millones de personas, el 90% de las cuales depende de un proxeneta, si eso no es explotación sexual, ¿entonces cómo llamarla? En México, según el Censo de Población y Vivienda de 2010, el inegi contó a 57 millones 481 mil 307 mujeres, de ahí, la población total de “trabajadoras sexuales” –como las llama un organismo gubernamental– destaca el informe, “independientemente de su condición laboral de libertad, esclavitud sexual o servidumbre, infantil o adulta,” sería de entre 143 mil 703 (0.25%) y 862 mil 219 mujeres (1.5%) para ese año. La realidad no la sabemos y menos después de esa clasificación.
Lo que sí podemos afirmar, es que la prostitución y la explotación sexual tienen un componente de género, es decir, están arraigadas en costumbres, prejuicios y creencias sobre el papel de inferioridad que las mujeres hemos tenido en la sociedad, y sobre la idea de que debe existir un mercado para satisfacer las necesidades sexuales de los hombres. Tristemente ha sido socialmente aceptado que las mujeres y las niñas, “voluntariamente” u obligadas, vendan sus cuerpos a hombres que pagan por el servicio. Contra esa complicidad social es que tenemos que luchar. En los debates sobre la legalización de la prostitución se han presentado 2 posturas, sobre todo en Europa a partir de diversas reformas jurídicas. La primera la considera como una violación de los derechos de las mujeres y un medio para perpetuar la desigualdad y los estereotipos de género.
Un papel importante en la promoción de la trata de personas y la prostitución es el que pueden desempeñar los medios de comunicación, con la reproducción de imágenes estereotipadas de las mujeres y la oferta de servicios sexuales. Tampoco se puede soslayar otros medios como el internet, un sitio para la captación de niñas y mujeres en la prostitución y trata de personas. Frente a eso es urgente intensificar campañas a nivel de educación primaria y secundaria sobre derechos de las niñas y prevención de estos delitos. Eliminar mensajes publicitarios con contenido sexista, que contribuyen a ofrecernos como mercancía. Si bien la libertad sexual es un derecho de las personas, ésta no puede construirse sobre la base de denigrar a las mujeres.
Frente a este panorama de desigualdad y violencia contra las mujeres en México, creo que entre en muchos otros, ¿podemos hablar de autonomía y libertad de las mujeres para dedicarse a la prostitución? En general tenemos que reconocer que resulta casi imposible. Por supuesto que no todas somos iguales, en este país desigual, hay mujeres que pueden tener satisfechas sus necesidades y mejores oportunidades pero deciden hacer uso de su autonomía, ejercer la prostitución. Pero aquellas que no tuvieron el acceso a sus derechos, ni oportunidades y que han sobrevivido incluso a la violencia, a la trata o explotación sexual, no tienen, ni tuvieron otra opción que depender de la venta de sus cuerpos para sobrevivir, eso es obligación del Estado y de la sociedad, impedir y sancionar.
Estoy convencida que las mujeres y los hombres tenemos que vivir en armonía, sobre la base del respeto a nuestro dignidad. En México tenemos mucho por hacer para que esto suceda, muchas y muchos estamos en esta ruta, no queremos esta absurda violencia, no aceptamos como cotidiano el abuso contra las mujeres y las niñas, no toleramos la explotación sexual de ninguna persona. Si creemos que hay otra forma de ser mujer, más humana y más libre y estamos construyéndola diariamente.