Ahora que se acaba el mes de la mujer, hablemos de nosotras las mujeres. Podemos ser complicadas, y estar siempre llenas de dudas y complejos, pero si hay algo que nos hace extraordinarias es nuestra gran capacidad de sacrificio. Incluso muchas veces dejamos a un lado nuestras propias necesidades para ser madres, hijas, hermanas, amigas, esposas o todo a la vez y eso nos tiene en un constante vaivén de emociones.
Y por si no fuera poco los mensajes que recibimos a diario nos presionan a estar siempre perfectas, en plena en forma, luciendo bellas y bajo la dictadura de la última moda. Sentimos que si no seguimos las reglas que nos impone la sociedad no podemos ser felices, como si la felicidad fuera una única cosa para todos.
En mi publicación anterior hablaba de que siendo tu mismo las personas adecuadas llegan a tu vida, pero además siendo tu misma y tomando consciencia de lo que verdaderamente te llena, podrás responder a la pregunta que hará que el resto de tus decisiones y acciones tengan sentido: ¿cuál es tu misión en la vida?
Puede que tu misión sea la de educar, servir o inspirar, puede que sea criar, cuidar y ayudar. Incluso puede ser que tu misión no la tengas clara aún, o que ni siquiera te hayas planteado la idea de tener una misión que cumplir.
Nuestra necesidad de trascender, de pertenecer a un grupo, de sentirnos aceptadas o amadas, muchas veces nos lleva a vivir vidas improductivas y nunca nos cuestionamos porque hacemos algo o porque nos dedicamos a lo que nos dedicamos. Por ejemplo si aspiras a ser actriz o cantante pregúntate si lo haces solo por conseguir fama o porque quieres transmitir emociones. Si eres empresaria cuestiónate si lo haces solo por el dinero o por cubrir una necesidad. Y si eres maestra sólo porque tienes las vacaciones aseguradas, mal vamos.
Tener una misión de vida también se le puede llamar tener vocación, si la tenemos clara nos será más fácil tomar decisiones. Nos podrán surgir dudas, nos podemos sentir tentadas una y mil veces a seguir el camino fácil, a conformarnos con lo que la vida está presentando frente a nosotras. Pero si tenemos una misión de vida por muy humilde que sea nuestro cometido, nos será fácil descartar todas aquellas cosas que no nos ayuden en cumplimiento de la misma.
Da igual si somos mujeres sin estudios o carrera, con ambiciones profesionales o simples amas de casa o madres que queremos sacar a nuestros hijos adelante. Hay muchas y distintas motivaciones para hacer las cosas, pero solo seremos verdaderamente exitosas cuando nos dedicamos en cuerpo y alma a objetivos que nos hacen felices y nos apasionan.
Se la mujer que tu quieras ser, no la que te piden que seas. Lucha por tus sueños y esfuérzate para que tus pensamientos, palabras y acciones siempre vayan en la misma dirección, la de cumplir tu misión de vida.
Cada una debe de luchar por su misión y hacerla la brújula que le dé dirección a nuestras vidas. Como dijo Maria Teresa de Calcuta, no siempre podemos hacer grandes cosas, pero si podemos hacer cosas pequeñas con gran amor.